Lleva años desafiando con su arte la ley de gravedad. Dice
que el espacio urbano es una construcción de la mirada y puede cambiar.
Por Einat Rozenwasser nota Clarín
Con su obra. Baglietto y sus máximas: “La ciudad es como una jungla en la que hay de todo”, dice.
Parte de una propuesta que conjuga búsqueda personal y creación artística. Mireya Baglietto invita a cambiar la perspectiva para descubrir cómo el piso se transforma en cielo, el techo en suelo y lo que hay alrededor en un continuo que da lugar a nuevas formas, colores, sensaciones. El objetivo es desafiar la rigidez a la que nos tiene acostumbrados la percepción tradicional del tiempo y el espacio.
-¿Qué
es para vos el espacio?
-Es
esencial, es lo que da sentido a nuestra percepción y nuestro conocimiento. Si
lo pensamos desde el punto de vista de la ciudad, es una condición. La ciudad
es un gran continente que difiere del campo, obviamente.
Comenzaba
la década del 80 y ella buscaba la manera de romper con la ley de gravedad.
Fueron años de investigación alrededor de las formas, las estructuras.
“Trabajaba en mi taller con un espejo de fondo y empecé a ver que, si bien no
podía sacar la gravedad, podía engañarla. Me di cuenta que existía, era un
campo virtual”, explica. Fue agregando colores, texturas y sonidos para
alimentar el universo sensorial y así dio forma a lo que denominó arte núbico:
una experiencia artística que se completa con la mirada de cada espectador (el
eje de la antología que está presentando en el Palais de Glace).
-Hay
mucho de la personalidad, de las sociedades, que se define a partir de esa
espacialidad...
-Todo
pasa por ahí. Por eso me gusta hablar de la ciudad como un continente de
situaciones diferentes: algunas más lindas, otras miserables, algunas luminosas
y otras muy perversas. La ciudad es como una jungla, uno no puede lanzarse,
tiene que ir ajustando el paso con cuidado, sabiendo qué va a encontrar de
todo. Con un ojo hay que entregarse y con el otro hay que controlar, mita
y mita , porque si no, no se disfruta.
Vuelve
al día en el que descubrió que detrás de la Buenos Aires de las corridas, de la
vida cotidiana, había una Buenos Aires arquitectónica. “Hace muchos años,
cuando mis hijos eran chicos, tomamos uno de esos ómnibus que hacen recorridos
turísticos y tienen el segundo piso abierto. Nos sentamos adelante y veíamos la
ciudad por encima de las marquesinas. Ahí descubrí Buenos Aires: EL Buenos
Aires. Después está toda la chamuchina que se pone abajo, las
marquesinas, que la mayoría son una porquería”, sigue.
-Los
medios de transporte, las calles, los locales, la gente, todo es información
visual...
-Resulta
que en esa vertiginosidad hablando de tiempo, o en esa espacialidad tan confusa
como es una ciudad en acción, uno tiene que elegir. Y generalmente no elige, se
deja hacer. Es lo que tenemos que modificar cuando transitamos la ciudad.
Siempre digo que el mundo es una construcción de la mirada y, como tal,
susceptible de ser modificado. En definitiva, la ciudad es un pedazo de ese
mundo en el que yo vivo. Pero nos brindamos poco a la ciudad, siempre apurados
y de un lugar a otro.
-Entonces,
¿aprovechás tus traslados para mirarla?
-Aprendo
mucho. El tránsito por la zona de vidrieras me apasiona. No miro lo que hay en
esa vidriera, miro los reflejos. Desde un colectivo o un taxi vas viendo cómo
ese vehículo está donde vos estás y se refleja en otro lado. Me refiero a las
grandes vidrieras que no tienen demasiadas cosas, como las de los bares o los
hoteles. Entonces hay gente sentada del otro lado, y resulta que en el reflejo
están con vos. Es una lección que enseño a la gente cada vez que puedo: a mirar
otra cosa que tiene que ver con lo interno, la percepción de cada uno.
-Hay
que aprender a entender esa percepción, porque estamos configurados para ver a
la altura de los ojos y hacia adelante...
-Estamos
configurados para mirar con un solo punto de vista. Mi desafío con el arte núbico
siempre fue modificar las pautas de la percepción. Ya no seguir como el burro
tras la zanahoria, con esa estructura creada en el Renacimiento para llevar
paisajes al plano. Ampliar la percepción también es ampliar el sistema de
conocimiento.
En su definición: ampliar la mirada /
sentir que se siente/ trasponer culturas / volver al origen / ser el universo /
repensar el mundo.
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