De paseo por las nubes 
Mireya Baglietto crea un universo participativo e ingrávido con colores volcánicos, telas y espejos.   
Por Néstor Rivas nota Diario Z

En la entrada, una empleada del museo –muy amable, por cierto- reparte a cada visitante un espejo de unos 20 por 30 centímetros. Acompaña el artefacto con algunas indicaciones sumarias. “De este lado, se pone así, y del otro, así”, dice, poniéndose el espejo ora encima, ora debajo de sus ojos. “Cuando termino, te lo devuelvo”, le agradece una señora. No sea cosa que piensen que se lo va a llevar.
Es un poco insólito: a una muestra, uno va para ver y que le muestren. Un espejo, en cambio, lo usamos para vernos a nosotros mismos, para peinarnos el bigote, redistribuirnos el maquillaje, examinarnos antes de encarar una cita, o simplemente para cerciorarnos de que seguimos teniendo la misma cara de siempre. ¿A qué viene esto del espejo? ¿Para qué sirve? Bueno, resulta que esta muestra tiene la particularidad de que “la obra“ que exhibe solo existe realmente en nuestra mirada. 
Espejo abajo, justo sobre nuestros ojos, nos internamos primero en un bosque de menhires misteriosos; estamos rodeados de grandes columnas de colores volcánicos, hechas de materiales desconocidos y blandos, acaso esculpidas por seres de otro tiempo y espacio. Si atravesamos ese bosque sin desfallecer, nos encontraremos frente a un organismo sorprendente, gigante, que respira y agita unos gruesos tentáculos que parecen crecer ante nuestros ojos, y antes de que nos atrapen, ¡saltamos al otro lado! Entonces, si damos vuelta el espejo y lo colocamos debajo de los ojos, nos damos cuenta de que salimos a un campo lunar, ¡qué irregular es este terreno! ¡Sería fácil y caer en uno de sus cráteres! Tela, papel, aire y un espejo crean, más que una ´obra´ en el sentido clásico, una experiencia, una sensación de ingravidez, una dimensión. 
Mireya Baglietto creó la propuesta de La Nube en 1980, y desde entonces trabaja en la creación de ´espacios núbicos´, como el que ahora ocupa los mil metros cuadrados del Palais de Glace. Ceramista, pintora, escultora y dibujante, sus obras ´núbicas´ no se encuentran en los museos ni en las colecciones privadas, porque son una experiencia perceptiva… y eso no se puede atrapar. 
Baglietto explica, en un breve y recomendable documental que se exhibe junto con esta “experiencia núbica“, cómo trabajó para descomponer la perspectiva euclidiana, romper con ´el punto de vista´ y crear un espacio continuo, sin límites, y ensanchar la percepción dimensional de la obra. Su “concepto núbico“ es –usando sus propias palabras–, una combinación de “pensamiento científico con espiritualidad no-dogmática”. La obra no existe como pieza, ni puede ser captada desde la mirada objetiva del espectador: requiere involucramiento, imaginación, sensibilidad y apertura. 
Más que a visitarla, acérquese a participar de esta experiencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario