“La estética del movimiento
reemplaza la agotada estética de las formas fijas”
reemplaza la agotada estética de las formas fijas”
Lucio
Fontana. Manifiesto Blanco (1946)
“Muchos de los dilemas que atraviesan la práctica artística
contemporánea convergen con singularidad crítica en la producción de Mireya
Baglietto. Sus intereses superan cualquier posicionamiento circunstancial: es
obra que debe ser apreciada como un corpus, como un todo coherente y
sistemático que evoluciona por dos frentes simultáneos.
Por un lado desmonta los equívocos con los que la tradición cultural construye y congela los estereotipos perceptivos y por el otro, instala nuevos vínculos, en particular aquellos relacionados con el sujeto perceptor al que impulsa en su rol de co-creador.
La artista establece un nuevo pacto con quien considera legítimo partícipe antes que observador o espectador. Esta relación, que ya aparece en sus experiencias núbicas de los 80, se desarrolla, expande y diversifica como elemento ineludible en sus últimas propuestas, a las que podríamos designar como verdaderos “laboratorios espaciales”, tendiendo a recuperar el concepto más como una práctica poética que tecnológica.Así, asumiendo la probable memoria de su propio derrotero estético a través de la cerámica escultórica y la pintura, Baglietto modela el espacio con el amoroso designio del alfarero, donde el vacío de la vasija adquiere tanta relevancia como el continente. Despojada la tela del bastidor, la revierte en una dúctil piel pigmentada, que apenas tensionada en puntos claves, transforma en estructuras blandas y superficies envolventes. Es allí, en ese ámbito, desprovisto de señales de tránsito, de símbolos o relatos moralizantes donde la artista nos provee un pequeño espejo, con el cual es posible, además de ejercer la vigilia lúcida de nuestras miradas, acceder al antiguo anhelo de la ingravidez.La travesía que su obra propone es también una conciliación con los orígenes, un retorno que nos lleva mucho más allá de nuestra infancia.
Veremos entonces nuevamente aquellos bosques que misteriosamente ascendían o descendían sobre la tierra, las nubes que dibujaban todas las formas en su perpetuo devenir, los frágiles refugios aliviando nuestro desamparo y el suelo latiendo con el idéntico ritmo de nuestros pasos nómades”.
Por un lado desmonta los equívocos con los que la tradición cultural construye y congela los estereotipos perceptivos y por el otro, instala nuevos vínculos, en particular aquellos relacionados con el sujeto perceptor al que impulsa en su rol de co-creador.
La artista establece un nuevo pacto con quien considera legítimo partícipe antes que observador o espectador. Esta relación, que ya aparece en sus experiencias núbicas de los 80, se desarrolla, expande y diversifica como elemento ineludible en sus últimas propuestas, a las que podríamos designar como verdaderos “laboratorios espaciales”, tendiendo a recuperar el concepto más como una práctica poética que tecnológica.Así, asumiendo la probable memoria de su propio derrotero estético a través de la cerámica escultórica y la pintura, Baglietto modela el espacio con el amoroso designio del alfarero, donde el vacío de la vasija adquiere tanta relevancia como el continente. Despojada la tela del bastidor, la revierte en una dúctil piel pigmentada, que apenas tensionada en puntos claves, transforma en estructuras blandas y superficies envolventes. Es allí, en ese ámbito, desprovisto de señales de tránsito, de símbolos o relatos moralizantes donde la artista nos provee un pequeño espejo, con el cual es posible, además de ejercer la vigilia lúcida de nuestras miradas, acceder al antiguo anhelo de la ingravidez.La travesía que su obra propone es también una conciliación con los orígenes, un retorno que nos lleva mucho más allá de nuestra infancia.
Veremos entonces nuevamente aquellos bosques que misteriosamente ascendían o descendían sobre la tierra, las nubes que dibujaban todas las formas en su perpetuo devenir, los frágiles refugios aliviando nuestro desamparo y el suelo latiendo con el idéntico ritmo de nuestros pasos nómades”.
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